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Ciclo: El infierno son los otros


Ciclo: El infierno son los otros

Cine en Casa
Curaduría: Nico Ruiz

Lo acepto todo: los borceguíes, el plomo derretido, las tenazas, el garrote, todo lo que quema, todo lo que desgarra; quiero padecer de verdad. Antes cien mordiscos, antes el látigo, el vitriolo, que este padecimiento mental, este fantasma del sufrimiento que roza, que acaricia y nunca hace demasiado daño.
Jean-Paul Sartre, Huis-Clos

Te despiertas en un cuarto decorado con el horrendo gusto garigoleado de la burguesía francesa del siglo XIX. Hay sillones con bordaduras, figuras de bronze sobre la chimenea y otras dos personas que nunca habías visto en tu vida. De pronto, te das cuenta de que ésta es la condena eterna: vas a pasar el resto de tus días encerrado con esas personas, sin poder cerrar los ojos, sin poder irte, sin poder dormir.

Éste era el principio de Huis-Clos, la famosísima obra de Jean-Paul Sartre estrenada en 1944; una obra que quería demostrar, como toda su literatura, una idea: “el infierno son los otros”.

¿Qué quiere decir esto?

Sartre no estaba diciendo, necesariamente, que todas las personas que nos rodea son infernales o que debemos alejarnos de los otros (a pesar de que esto sería un alivio en tiempos de cuarentena). No, Sarte quería decir que necesitamos a los otros para comprendernos, para vernos desde fuera, para vernos como entes responsables; así que, si nuestras relaciones con los otros están viciadas, no pueden ser más que infernales.

Por supuesto, todo esto está enmarcado en la ética existencialista de Sartre y se vuelve mucho más complejo. Pero, hasta aquí, creo que podemos pensar una serie de películas que exploran las viciadas relaciones entre humanos, confinados, separados, desgarrados, por la culpa, la vergüenza, la opresión o la responsabilidad social. Entre estos ejemplos, vemos mundos de relaciones terribles, pero también la posibilidad de escaparse de ellas en la esperanza de salvarnos por la pureza ética, la empatía, la fuga o la revolución.

Entre estos cinco ejemplos (que son seis porque hice trampa con una deliciosas función doble distópica), encontramos comedias y dramas, ciencia ficción como un poderoso vehículo para pensar lo que nos rodea, directores y directoras de tres continentes y un panorama lo suficientemente variado para entender la universalidad del dilema de Sartre: necesitamos a los otros para ser, pero en los otros encontramos nuestro infierno.

Ojalá disfruten esta selección y les sirva para pensar cómo será regresar a un mundo de convivencia cotidiana con los otros… y cómo evitar convertirlo en una pesadilla.

 

Snowpiercer
Bong Joon-Ho | 2013 | 126’
(Amazon Prime Video) / High Rise, Ben Wheatley, 2015 (Netflix)

Empecemos, pues, con una función doble que disfruto mucho. Por un lado, tenemos Snowpiercer, la película de Bong Joon-Ho (ganador de la Palma de Oro en Cannes y el Oscar por Parasite) que adapta el famoso cómic francés Transperceneige. ¿De qué va este asunto? Bueno, en el cómic como en la película, vemos un mundo sumido en una eterna era glacial y un único lugar habitable: un tren que da una vuelta infinita a la tierra, que no para y no se congela, en el que sobrevive una humanidad hacinada.

Por supuesto, en el tren no todos son iguales y aquí se cocina la metáfora política. A la cabeza del tren, cerca del volante, están los ricos, los poderosos y los influyentes con amplios espacios y dormitorios lujosos. Al final, está el cuarto de máquinas con los obreros engrasados, apilados, asfixiados. Entre estos compartimentos se fragua una revuelta y se plantea, con ella, una importante pregunta gatopardista: ¿Y si las revoluciones son una forma de cambiarlo todo para dejarlo todo igual?

Snowpiercer es una maravillosa película de ciencia ficción distópica que se pregunta sobre nuestras relaciones viciadas de superioridad y violencia, sobre la falta de compasión y, finalmente, sobre el lugar de los seres humanos en este mundo. Una violenta ilustración de nuestras infernales relaciones sociales en un máximo confinamiento: no importa el tiempo, el hombre siempre será un lobo para el hombre.

Por otra parte, con High Rise, tenemos un concepto similar, salido de la retorcida mente sexual y distópica de uno de los más importantes escritores de ciencia ficción inglesa. La película del gran director Ben Wheatley se basa en la famosa novela de J. G. Ballard y cuenta una regresión casi infantil. En un enorme rascacielos, los inquilinos fraguan una guerra civil: ¿por qué algunos tienen que quedarse hasta abajo, en los departamentos chicos y mal iluminados, cuando otros habitan los enormes penthouses de arriba?

La revuelta en el edificio causa un absoluto colapso en el que todos participan: ya no es necesario que entre nadie de afuera, nadie sale tampoco, todos se quedan a jugar la guerra absurda de una revolución inagotable, entregados a las pulsiones más básicas, a la violencia, las violaciones, los excesos y el derroche. Una muy violenta imagen de lo que representó la era Thatcher para Inglaterra y una excelente ilustración de la responsabilidad sartriana: si nos quitan las ataduras sociales, de leyes y de castigos, ¿cuántos hombres harán el bien?

Empezamos con dos películas que, en horizontalidad y verticalidad, nos muestran visiones infernales de nuestras relaciones viciadas en la hipervigilancia, el deseo inalcanzable, la lucha de clases y las revueltas programadas para mantener un fino balance de poder. Capitalismo salvaje en una cáscara de nuez.

Puedes encontrar Snowpiercer en Amazon Prime Video en el siguiente enlace.

Puedes encontrar High-Rise en Netflix en el siguiente enlace.

 

Leave no Trace
Debra Granik | 2018 | 108’
(Itunes)

Debra Granik, no me canso de decirlo, es una de las mejores directoras vivas en el despiadado ambiente de Hollywood. En los últimos diez años sólo ha hecho dos películas, Winter’s Bones y Leave no Trace con las que retrata los horrores del abandono, la miseria, la drogadicción y la violencia en las zonas más marginales de Estados Unidos. Por supuesto, en Hollywood no se le ha reconocido como merece porque, al hacerlo, estarían admitiendo que la pobreza no es nada más una cuestión de raza y que la nación más poderosa del mundo también cultiva la miseria.

Leave no Trace cuenta la historia de un veterano de guerra, interpretado por Ben Foster, que no puede regresar a la normalidad. Completamente enajenado del mundo, de sus comodidades, de todo lo que implica, este ex marine decide huir al bosque para ahí criar a su hija (la espectacular actriz Thomasin Mckenzie que, recientemente, adquirió fama internacional por su papel en Jojo Rabbit de Taika Waititi). Pero el mundo no lo deja ir y, conforme crece su hija, crecen también sus curiosidades y sus deseos. El veterano poco a poco ve cómo se derrumba su mundo y tiene que decidir si continúa su vida de eremita o si acepta regresar a la sociedad para acompañar a su hija.

Una película extremadamente enternecedora, devastadora y muy hermosa que muestra cómo los horrores de la guerra siguen existiendo mucho tiempo después de que dejan de tronar las balas. Una película que nos muestra la imposibilidad de escapar de los otros y la dificultad de admitir que es mejor vivir solo que perpetuar las violentas relaciones del deber ser, del deber cumplido, de la violencia aceptada y del patriotismo sordo.

La puedes encontrar en Itunes en el siguiente enlace.

 

Under the Skin
Jonathan Glazer | 2013 | 108’
(Amazon Prime Video)

Una de las mejores -si no es que la mejor- película de ciencia ficción de la década pasada, Under the Skin de Jonathan Glazer es un monumental paseo, pausado, por la belleza y el horror de las relaciones entre seres humanos. Para lograr una extraña sensación de espontaneidad, Glazer grabó esta película, primero, con cámaras escondidas. Scarlett Johansson paseó, entonces, en distintos pueblos y carreteras de los Highlands de Escocia recogiendo a hombres en una camioneta y seduciéndolos. El resultado es de perplejo realismo en un cuento sobre una vampira intergaláctica que consume hombres hasta que, enamorada de la frágil humanidad, decide escapar de su especie y vivir entre nosotros.

Una historia hipnotizante de compasión, cercanía, sensualidad y amor que termina en una muy violenta comprensión de la dificultad de aceptar al otro. Under the Skin es un hermoso tratado que utiliza el tropo gótico del vampirismo y contemporáne de las invasiones alienígenas para cuestionar la forma en que amamos, deseamos y miramos al otro. Un importante viaje al interior de nuestros cariños, rencores, y deseos.

Puedes encontrar Under the Skin en Amazon Prime Video en el siguiente enlace.

 

Matar a Dios
Caye Casas y Albert Pintó | 2017 | 89’
(Amazon Prime Video)

En una típica reunión de navidad, una familia disfuncional se junta para convivir por necesidad, por soledad, por costumbre. Todos tienen sus rencillas: el padre quiere liberarse de una vida prohibitiva y bebe sin control, un hijo está atrapado en un matrimonio sin amor, otro tiene constantes pensamientos suicidas… En medio de esta cena catastrófica aparece un vagabundo enano que dice ser Dios y que trae una revelación: esta noche la humanidad se termina y a estos cinco personajes les toca elegir quienes serán las últimas dos personas que sobrevivirán el fin del mundo.

A partir de aquí, viene la locura: ¿Qué decidir? ¿Salvar a los más jóvenes para que se reproduzcan y se salve la especie? ¿Salvar a los que más lo merecen? ¿Salvar a los que más lo desean? ¿Hacerlo al azar? ¿O, por qué no, intentar matar a Dios?

Los catalanes Caye Casas y Albert Pintó lograron hacer una comedia negra apocalíptica de muy mala leche que dibuja, con un fino pincel, el enorme cretinismo mediocre y común de la humanidad. Una demostración puntual de cómo evadimos las responsabilidades y la libertad de estar vivos y de cómo, finalmente, siempre corremos hacia la autodestrucción pensando en que estamos conquistando lo trascendente. Una joya perversa con regusto sartriano.

Puedes encontrar Matar a Dios en Amazon Prime Video en el siguiente enlace.

 

Lazzaro Felice
Alice Rohrwacher | 2018 | 125’
(Netflix)

Alice Rohrwacher es uno de los talentos emergentes más importantes de la cinematografía mundial. La directora italiana ha presentado sus dos últimas películas (Le meraviglie y Lazzaro Felice) en competencia en Cannes llevándose el Gran Prix por la primera y el premio a mejor guión por la segunda. Su cine, de una enorme riqueza narrativa, inventiva y visual, es una ventana delicada a las contradicciones de la sociedad italiana, a la lucha entre el campo abandonado y la urbanidad decadente, a las relaciones en tiempos de hipermediatización y aislamiento. Y Lazzaro Felice es uno de los retratos más hermosos, sinceros y dolorosos de los horrores cotidianos a los que nos rebajamos para sobrevivir.

Lazzaro es un joven inocente y bienintencionado que vive en una granja oculta dentro del parque regional de la Inviolata, en la región central de la Lazio. En esa granja se cultiva tabaco para la “Reina del tabaco”, una industrialista abusiva que no deja salir a sus trabajadores del parque y que los mantiene, sin que lo sepan, en un estado cercano al esclavismo. Ahí, Lazzaro se encuentra con el hijo de la patrona y entabla una peculiar relación. Pero, cuando la policía descubre el horror de esta granja, Lazzaro desaparece. Años después, regresará en una forma espectral, de eterna juventud, para recordarle a los suyos, desvalidos y estafadores en los márgenes de la gran ciudad, que todavía pueden regresar a una vida más sencilla.

Una conmovedora historia que utiliza el realismo mágico y símbolos comunes sin exotismos complacientes y sin caer en lo evidente. Una película de hermosísima manufactura y espectacular uso de un lenguaje cinematográfico propio, lleno de estilo, original y efectivo. Un viaje, finalmente, a lo más bajo de la perversidad humana en nuestro abuso de los otros y a lo más elevado de la inocencia bienintencionada, sencilla, humilde. El hombre sigue siendo un lobo para el hombre, claro, pero no por eso, deberíamos dejar de amarnos.

La puedes encontrar en Netflix en el siguiente enlace.